miércoles, 9 de diciembre de 2009

Mirar

Mirar, que es mucho más que ver. Porque cuando miramos no lo hacemos con los ojos, lo hacemos con todo lo que somos y todo lo que tenemos dentro, lo hacemos con nuestra pasión, con el fuego interno que nos empuja a la búsqueda, con las ganas de ir más allá de lo que vemos.

En cambio, el simple ver es una comodidad, es quedarse con lo que se nos muestra. Pero quedarse con lo fácil no siempre es inteligente. A menudo las cosas buenas nada tienen que ver con la comodidad, sino que nos cuestan unos cuantos dolores de cabeza y nervios en la panza.

Cuando miramos no queremos la comodidad, no queremos lo fácil, no nos conformamos, no nos acostumbramos a las cosas. Acostumbrarse no es bueno, nunca. Buscamos cuestionar, salir de lo plano, entender la profundidad de las cosas, encontrar la esencia, escuchar el secreto del mar.

El mirar es una posición impaciente, alegre y esperanzadora. Es observar responsablemente, concientemente, asumiendo nuestra posición de sujeto pensante ante ese objeto que se nos muestra. Nos involucramos íntimamente con lo que estamos viendo, nos entregamos.

Cuando miramos nos abrimos, el objeto nos atraviesa de punta a punta y debemos comprenderlo para hacerlo propio, debemos pensarlo y re-pensarlo, y procesarlo internamente para escucharlo, saber qué nos dice.

Esto a menudo resulta duro, porque nos hace cuestionar las cosas. A veces el mirar agrieta nuestros preconceptos, poco a poco, hasta destruirlos, y sentimos que se nos rompe el mundo, y dudamos de todo lo que somos y de todo lo que conocemos y de todo lo que creemos, y caemos en un vacío.

Por eso muchas veces evitamos el mirar: esas rupturas siempre son difíciles, y preferimos simplemente ver, aceptar las cosas como son, ser intrascendentes en nuestro vivir. No queremos caer en el vacío. Tenemos miedo al vacío.

Porque el vacío siempre es difícil, y preferimos lo fácil. Queremos un mundo simple, práctico, rápido. Queremos fastfood, y que nos llegue masticada, para tragar lo que venga, sin tener que pensar mucho, sin cuestionar nada, para no encontrarnos con los vacíos.

Lo que no entendemos que es el vacío lo que nos hace evolucionar. Que desde el vacío se puede proyectar, se puede crear, se puede pensar, construir, hacer de todo esto algo mejor. Si no cuestionamos, si no buscamos esa ruptura, si no entendemos las fallas, no podemos cambiar nada. Sólo necesitamos cruzar el mar, sacarnos el miedo (porque el miedo es el cómplice de todos los males del mundo -B.U.), dejar los dogmas, despojarnos de todo lo previo y empezar a mirar.

Las ganas de mirar son algo profundo que surge del amor, de querer entender las cosas con sus defectos y virtudes, sin pensar en destruir, en eliminar, terminar; entender los errores como posibilidad de cambio, de transformación. Mirar es entender la necesidad de evolucionar.

Y no es fácil, nunca es fácil, pero los resultados siempre son más deliciosos.

2 comentarios:

  1. Si lo pensamos bien, mucho de lo que hablas acá está intimamente relacionado con lo que hablamos en el video sobre la inconformidad ¿El mirar, llevado a una postura de vida, no sería la inconformidad?

    ResponderEliminar
  2. Yo creo que sí... es algo así. Y volvemos al rock and roll de coni: ¿La incornformidad es algo malo? ¿La conformidad nos hace más felices? Hay que re-pensar qué es la felicidad. Para mi, se busca el equilibrio entre una cosa y otra, y ese equilibrio es la felicidad de cada uno, que es algo completamente personal y subjetivo.

    ResponderEliminar